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Hola bonito” - dijo y se acercó despacio, estirando una mano para acariciarle el lomo al caballo.

El animal estaba acostumbrado a la gente, así que no se sobresaltó, ni dejó de comer. Claudia tomó esta señal como una invitación a acariciarle más, y ya tenía la piel erizada en oleadas que iban de las manos y brazos hasta las piernas.

Fue extendiendo las caricias desde el cuello hasta casi la cola por el lomo, y bajando por el lado desde el pecho hasta las ancas, mientras pensaba en cómo reaccionaría al tocarle los huevos, que de momento era su principal objetivo. Siguió sus caricias sin disimulo alguno, solo mirando la reacción, para evitar un susto, pero el animal no se inmutaba.

Comenzó a acariciarle por debajo desde el pecho arriba y abajo, acercándose a la parte trasera, el animal lo recibió sin ninguna demostración, fue concentrando más y más hacia la zona que le interesaba y entonces con un pequeño salto de la mano cogió uno de los huevos con suavidad.